Ulises debería ser nuestro único dios

Ulises debería ser nuestro único dios
No digo esto sólo por habitar Lisboa
aun habiendo llegado desde más lejos
Lo digo como hijo de un oficio ingrato
que nadie paga salvo con amor perdido
cuidar las palabras y todas sus heridas
amores extraviados sin patria conocida
Debía ser Ulises nuestro único dios
Y cuando digo dios quiero decir amigo
el que nos escucha cuando atardece
y las sombras son suaves y regresan
Sin Ulises no hay historia del futuro.

A quien pueda interesarle

Los domingos son elegidos siempre por los asesinos para cometer cualquier homicidio. Nadie se imagina que un asesinato está ocurriendo si los pájaros ríen, insoportables, desde temprano. Ningún vecino escucha la sentencia ni las últimas palabras de quien ruega por su vida. El diario lanzado por el repartidor golpea la puerta con noticias vestidas de amarillo, sabiendo que al día siguiente deben vestirse de rojo. Pero ningún periodista se da cuenta de lo que pasa. Nadie escucha un llanto ahogado incapaz de romper ventanas. De llevarle una primicia así al editor, este se reiría en su cara. Lo llamaría pusilánime, débil. Un periodista denuncia crímenes inusuales, vistosos, que ostenten alguna huelga de hambre fallida o una cinta de celebridades jadeantes fingiendo que pueden hacer algo perdurable. La guerra les sirve mientras no sea resuelta, cuando hay niños obligados a crecer muy rápido, cuando un país puede costear salir en la portada. Cualquier tortura pasional resulta aburrida pues ocurre todo el tiempo. Esto sucede porque los editores tampoco se maravillan con atardeceres; si han visto un crepúsculo en un periódico, probablemente reportaba que el mundo se estaba acabando ante un matiz tan rosa o un cielo tan aplastante. A nadie le interesa.

Dentro de la casa, se hallaban el verdugo y su víctima. Ella chillaba, tratando de buscar opciones que la rescataran de la ineludible muerte. Él sostenía el arma entre sus manos como a un bebé, para hacerle ver que no había salida. La gente no entiende que asesinar a alguien exige un esfuerzo mental grande. No es sencillo tomar una decisión como esa. Los periódicos reportan asesinos como seres calculadores, aunque no se haya visto en este planeta un ser más desesperado. La sierra se empapaba de gruesas gotas. El verdugo, al ver a su sierra llorando también, se sintió más determinado. Las yemas de sus dedos presionaron ambos muslos de la víctima, como si precisaran palpar el orden, la piel, la realidad. Rodeaban las rodillas, sin tocarlas, midiendo el diámetro y calculando lo que debían cortar. Unos cuantos centímetros sonaban bien.

Tomó la sierra y presionó, mutilando con diligencia cada una de las piernas. Movía sus brazos de un lado a otro a pesar de las náuseas. No pensó que matar a alguien era similar a un trabajo pesado. El homicida quería finalizar la jornada para echarse a llorar hasta quedarse dormido; parecía que nunca iba a alcanzar el hueso y terminar con todo. Solo de sus ojos escapaban lágrimas calientes, estaba muy cansado; era el único inconforme con la gestión. Ella no decía nada, lo entendía. Un periodista hubiese reportado gritos y escribiría que la víctima murió al instante para no herir a su familia. La transacción, aunque simple, tomó casi cuatro horas. Nadie entiende que el muerto asimila que se está muriendo. Ningún vecino entiende que la víctima no lamenta morir. El asesino deja la escena porque ha causado suficiente daño. El editor tampoco sabe que regó las plantas antes de salir.

El cuerpo necesita ajustarse al pensamiento. Él le hace falta. Todo le hace falta. Todo lo extraña. La víctima siente lástima por sí misma antes de convencerse de que puede superar una pérdida como esta, o al menos vivir con la resignación de un amor irreparable e intenso. El cuerpo siente la ausencia. Ella ha perdido sus extremidades, las partes que hizo indisociables de sí cuando conoció a su verdugo. Duda que vuelva a caminar aunque desee hacerlo. Le ha quitado las piernas. El desamor suele desintegrar sueños compuestos: ya no podrán caminar juntos los dos.

Ninguna sección del periódico se atreve a decir que la víctima no es víctima, que disfrutó ser magullada, o que fantasea con la sangre y sus burbujas emergentes. El editor rechaza una historia donde se prefiere morir antes de salir ileso. Nadie entiende a los pedacitos gritones restantes ni al ruido hambriento, necesitado de cariño. Nadie sabe qué escribir.  

As aparências

Javier Vela (1981)
De Imaginario, 2009
Tradução: André Domingues 

Beleza, flor de plástico, aroma do real, 
sempre de mão em mão como uma prostituta 
de luxo, persigo-te por detrás de cada imagem, 
de cada forma pura, sem nunca te alcançar. 

Nascemos para o êxtase e para o canto. 

Somos uma excrescência desnecessária 
à volta do nosso sexo: padecemos 
a tirania dos escaparates. 

Pálidos manequins, ficções adoráveis, 
que importa que sejais certos, se sois belos; 
jamais tereis a alma do modelo, 
mas tendes o seu corpo melhorado. 

A tua aparição exalta-me e consola-me. 

Por ti, ninfa intocada, ideia feita de carne, 
úlceras de ouro líquido nos meus olhos 
ouvi supurar. 

Sei que sob a alquimia das tuas máscaras 
se torna possível um mundo sem contornos. 
Levanta as saias, putinha de mil nomes. 
Levanta as saias para que eu o veja. 

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Los animales buscan sitios difíciles para morir


já não necessito de ti
tenho a companhia nocturna dos animais e a peste

 

Al Berto


I
 

Soy la tercera generación de hombres que vienen de la tierra y de la sangre. Manos de mi abuelo atando los cuatro estómagos de una vaca. Pies de mi bisabuelo en la espalda de una mula para llegar al olivo. Voz y cabeza de mi padre yo con tu edad yo y tu abuelo yo y los hombres.


II


Estudio técnicas quirúrgicas para abordar una cavidad que nunca abriré, no las manos de mi abuelo, no la voz de mi padre. Ahora los animales se mueren antes de coserles las entrañas antes de sentir el pulso caliente antes de manchar la tierra de sangre.

III

Quiero seguir a un animal que va a morir. Tocar el trayecto difícil de la agonía en sus párpados. Pies en el lomo voz en el estómago. Ellos me hablan como a un hombre. Ellos esperan de mí lo  que esperan de un hombre.


Pero yo sangro. Animal o mujer: hecha de sueño y lágrimas.

Três poemas de María Sánchez

Poemas: María Sánchez (também María Mercromina)
Selecção: María Mercromina e João Guerreiro
Tradução: João Guerreiro
Revisão: Teresa Costa

 

amor ou desperdício

Há momentos em que me sinto tão sozinha que tudo grita o meu nome.

António Lobo Antunes

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Exibição de atrocidades

Se pudesse regressar
como fazem os gatos

Embalando
-lento e suave-
com os dentes

o animal morto.

 

Instruções para a queda

mãe como limpo estas manchas do nascimento
se tenho um rosto nas mãos
bordado

 pai não me ensinou a fugir
só a ficar quieta e a não fazer barulho
- empunhando uma espingarda
apreciarás o silêncio e a camuflagem-

mas o meu defeito é sempre o mesmo:
embalar o animal entre a carne e o sonho.

tudo o que estávamos
dispostos a destruir

 

João Guerreiro é editor do projecto Num só Grito, este projecto, com um cariz marcadamente contemporâneo, trata de reunir num só espaço os jovens autores de Portugal e Espanha. Assente na tradução da nova poesia portuguesa e espanhola, tem como principal diferenciador ser um projeto bilingue. Todos os meses são selecionados um poeta português e um poeta espanhol. São publicados no nosso blog três poemas de cada poeta com as suas respetivas traduções em português e espanhol.

Mais poemas de María Sánchez podem ser lidos na página do projecto.

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