Campo de Santa Clara

Campo de Santa Clara

con tu horizonte infinito,

no hay rastro de tus virtudes

ni de tus viejos capítulos.

 

Campo de Santa Clara

con un kiosko en el centro,

turistas y cosmopolitas

vienen a apagar sus sueños,

limonada de fresas,

sandwich de viento,

en oro se pagan tus sillas,

en oro de cuño nuevo.

 

Pero al Campo de Santa Clara

también van a parar los viejos,

los del tiempo imperceptible

y la mirada de cieno;

sientan en los poyos

como sentaron sus abuelos

y ven el río al fondo

corriendo hacia los oceános.

 

En el campo de Santa Clara

huele a porro añejo,

son los jóvenes parados

sin esperanzas ni espejos.

Allí van a penar

con sus gorras y sus perros,

para verse reflejados

en el poyo de los viejos.

 

Turistas y modernos

quiseran ser viejos

como esos jóvenes pérdidos

en el malecón maltrecho.

Ancianos y porretas

sueñan con ser viajeros

para sentarse en el kiosko

a ver pasar o Tejo.

 

Parroquianos y viajeros

se miran con recelo,

cada uno quisiera tener

los pies en otro suelo.

Bernarda

Nunca caen los rayos

donde la tormenta suena.

 

Tierra de un tiempo maldito

sin mar de olas vanas

ni soledades de acacia.

¿Quién te espera agazapado

en el río? El augurio.

 

Burros, cabras, caballos y zarzas.

León en Judea, lirio en España.

 

A nadie importan

tus lamentos escondidos,

Bernarda de raíces enterradas,

Bernarda telúrica,

fruto de la constancia.

 

Tierra que te apagas

con tu pueblo escondido:

Saturno devora siempre

a sus mejores hijos.

 

Tierra velada al infinito.

Quién pudiera prenderte

de noche grillos.

 

León en Judea, lirio en España,

Bernarda dispone el mundo

como hicieran sus entrañas.

 

Lavandera de tronío,

hierro puro y limpio,

quién pudiera dibujarte

de amores prohibidos.

 

León de Judea.

Lirio de España.

 

Amarilla

Naciste tierra en tu isla,
tierra de almendro humedecida.
Cuando llueve sudas lágrimas,
de río, aparición y pecas;
cuando no te riegan,
cicatrices de color en la quimera.

Yo te quiero, tierra, amarilla
y siempre tierra,
infinita, luz y calma,
que respiras y me besas.

Yo te sueño, amarilla,
liviana y habanera,
con el fuego de volcán antiguo
que agoniza en tu ladera.

Vencerás,
(si esperas)
amarilla tierra.

El taller del altozano

La mujer de la vela de cera
carda collares en la tormenta.
 
La mujer de la vela negra,
la del taller del altozano,
mira triste cuando pasa
el tiempo en paño dorado.
 
La mujer de la vela de cera
es rubia en la tiniebla,
levanta metro del suelo
pero es toda raíz en la tierra,
brilla en silencios opacos
y gime cuando navega.
 
La mujer de la vela negra
hace infiel a quien se acerca
y sólo carda collares,
collares en la tormenta.

(Publicado en Mediterráneas, Cáceres, Letras Cascabeleras, 2014.)