2 grados de más

a César Rina
 

Estar enfermo es mantenerse en alerta. Es estar doblemente vivo

para afrontar lo que vendrá.
La poesía es estar enfermo. Imagino que esto lo dijo antes algún escritor.

Yo lo escribo con fiebre, en la cama, 2 grados por encima de la realidad común, literalmente enfermo. 
Lo ven, todo queda reducido a palabras. Un cosmos mínimo que te besa en la frente 
cuando nos dejan solos.
Ahora que lo recuerdo, Bolaño escribió sobre la relación enfermedad-literatura.

Pero él estaba verdaderamente enfermo y, de la misma manera, doblemente en alerta. Por eso su lucidez discutía a menudo con la realidad que está por debajo

de los 37 grados.

La poesía que concibo aparece en los mapas rodeada de países y, aún así,

con salida al mar. Sus tesoros corretean por debajo de su extensión

como cangrejos bajo la basura que flota  en los océanos.

La fertilidad de su pueblo es la fertilidad de su selva. 
En cada palabra, todo lo relacionado con el más allá está unido con el más acá. 
Los delirios de su imaginación son el desayuno para los campeones. Pero no les miento,
de ese plato nutritivo come todo el mundo.

Dicen que nada está escrito hasta que lo está. La poesía que contemplo
vive en el primer estado. Lo demás es lo que se vende en las lonjas,

en los escaparates, lo que traen a los puertos industriales los buques

de más de cincuenta metros. Por qué contar otra cosa.
Aquí los animales expulsados del reino animal y todas las demás especies
pisotean los mismos pastos y se manchan por igual de barro los bajos del pantalón. Repito, nadie queda excluido de esta casa si trae en la boca

un puñado de buenas intenciones.
Aunque para estar enfermo no sea suficiente con decir, este es mi cuerpo.

Cerca del origen*

La ley del cielo

 

          

Mis antepasados inventaron la vía láctea.

Juan Carlos Mestre

 

Contempla el cielo como quien lee un libro antiguo. 
Como quien repite la fábula nocturna
de la que está hecho el mundo.
Ver muy lejos en él es mirar hacia atrás,
retroceder en el tiempo. Observarnos 
tal como éramos.

Hay palabras que se forman en la oscuridad
para hacer ilimitado el cielo 
en cada uno de nosotros. Un ceremonial 
que se resiste a olvidar su germinación
bajo tanta luz invadiendo a deshora.
Y ahí están las elegantes señales del pasado, 
el vasto territorio como un cráneo vacío, 
la humilde narración de los hechos.
La imposibilidad del cielo como lo único posible,
sin que nada nos divida aún.

Y así decimos, ya llegan las estrellas, 
bajo el secreto del largo camino 
que nos trajo hasta aquí 
mientras se precipita sobre nosotros
como si la lluvia nos sorprendiese 
hablando en la calle.    

 

El don de habitar

Si el espacio es infinito
estamos en cualquier punto del espacio
.

J.L.Borges

Las estrellas se alejan de nosotros. No cabe duda. 
Los astrofísicos dedicaron la fuerza de mil hombres 
a constatar que el universo 
se quiebra como una botella vacía.
Que su violencia es elemental, 
armoniosa. Ineludible.
De este modo, formulo 
que existe un don difícil de comprender 
cuando busca el pájaro ocupar 
su término exacto
entre la tierra y aquella distancia inasible,
cuando el hombre establece, sin drama alguno, 
su demérita medida. Un don 
al margen del designio de cálculos y dioses 
aún por llegar. 
Mientras, nos vamos deshaciendo 
en esta dulce incertidumbre de avanzar en la nada.
Frágiles, sin importancia alguna.
El viaje será largo. 
Tenemos el único propósito 
de aprender a ser mortales.

 

Os poemas são do livro  Cerca del origen, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2013.